Читать книгу Un mundo para Julius онлайн
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Por la noche llegaron la tía Susana y el tío Juan Lastarria con un cable en la mano. Bobby había ido donde un amigo y Julius estaba acostado. La servidumbre salió a recibirlos, en el camino iban alzando los brazos impotentes, aspaventosos, desesperados, el alarido de Nilda hirió definitivamente el palacio. Y otro más y otro más. Que se calmaran, que por favor se calmaran que iban a asustar a los niños, que corrieran a buscar a Julius, que seguro lo habían despertado, mejor que no supiera nada, pobre criaturita, hasta que volviera su mamá. Después los tíos Lastarria se aburrieron un poco mirando llorar a la servidumbre y entraron a sentarse un rato en el escritorio. Ella rezaba. Él permaneció en silencio hasta que no pudo más y empezó a pasearse de cuadro en cuadro, a envidiar tanto antepasado y a decir que no había nada como la tradición. Arriba, en su dormitorio, arrodillado junto a la cama, Julius rezaba de paporreta, rodeado por toda la servidumbre. Vilma sostenía atenta una bacinica. Carlos lloraba escondido en su mano enorme, Nilda gemía lo más despacio que podía, Julius los miraba comprendiendo y temblando y ahogándose.