Читать книгу Un mundo para Julius онлайн

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Tres veces por semana, lunes, miércoles y viernes, aparecía la se­ñorita Julia, ese monstruo, con los brazos llenecitos de vellos negros, para enseñarle una barbaridad de cosas. Recién en Cho­sica empezó a pellizcarlo y Julius a querer matarla. Sin embargo, hubo una época en que logró interesarlo: fue cuando empezó a contarle cosas de Cin­thia, cuando era su alumna, lo inteligente, lo dulce, lo tierna que era esa niñita. Julius le preguntaba más y más y nunca se cansaba de es­cucharla. Aunque fueran las mismas anécdotas, los mismos adjetivos, tierna, dulce, adorable Cin­thia.

Otros que venían eran los médicos; venían juntos, una vez a la se­mana y lo examinaban calato. Después conversaban largo rato, ahí, delante de él, pero él ya estaba pensando en Cinthia. Dejaban un montón de recetas y se iban. A uno le daba por los tónicos y al otro por las inyecciones. Decían que Julius estaba muy bien, que se recuperaba asombrosamente. También venía una señorita para lo de las inyecciones. Como a Julius el potingo se le volvía gelatina, de miedo, le pagaba un sol por ponérselas y luego se marchaba cobrando veintiún soles por habérselas puesto.

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