Читать книгу Los centros de protección específicos de menores con problemas de conducta онлайн

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Entre los primeros, cabe destacar el temperamento difícil del menor: hay acuerdo científico en que ciertos menores presentan ciertas diferencias temperamentales que contribuirán a modos más difíciles de relación con su entorno (CHESS Y THOMAS, 1996). Hay niños de temperamento fácil (buena regulación biológica, tendencia a la aceptación, facilidad para adaptarse a los cambios y tendencia a un ánimo positivo), temperamento difícil (dificultad para la regulación bilógica, para adaptarse a los cambios, expresión emocional negativa de gran intensidad), y temperamento “de calentamiento lento” (personas con tendencia a rechazar lo nuevo, se adatan mal a los cambios, con reacciones emocionales negativas pero de baja intensidad). Aunque hay que seguir avanzando en la investigación, parece que estas características temperamentales tendrían origen genético (hasta un 50% del problema podría tener causa genética), implicando hiperactividad, agresividad temprana, impulsividad, búsqueda de sensaciones, falta de empatía, falta de culpa, déficit verbal y de planificación. El pronóstico es peor cuando además hay una inteligencia límite (borderline). Algunos de estos menores presentan indicadores neurológicos de mayor propensión a manifestaciones conductuales impulsivas, no empáticas, con dificultad para tolerar la frustración, para preocuparse por los sentimientos de los demás, así como para interpretar las intenciones de los demás de forma no hostil o amenazante. Estas dificultades neurológicas vienen determinadas por características genéticas que dificultan el desarrollo de zonas cerebrales importantes. Por un lado, la corteza prefrontal, que regula el control de los impulsos y las funciones ejecutivas, fundamentales para la autorregulación emocional, la regulación de las respuestas a las frustraciones y dificultades, la anticipación de las consecuencias de sus actos, así como la respuesta adaptativa a las normas del contexto social; y, por otro lado, el sistema límbico, encargado del procesamiento emocional, pudiendo ser hieperreactivo provocando en el niño descontrol en emociones como ira o miedo, o hipoactivo a emociones como el miedo, provocando una gran dificultad en el menor para aprender del castigo, resultando muy complicada su socialización. Estos niños y adolescentes pueden presentar desregulación en los niveles de serotonina, noradrenalina y dopamina, así como hiporreactividad del sistema nervioso autónomo, que les hace especialmente resistentes a la influencia del refuerzo positivo y negativo, de modo que las pautas de mejora conductual basadas en programas de reforzamiento positivo y negativo tienen poco efecto en aquellos niños y niñas con perfil neurológico alterado.

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