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A los anteriores argumentos hay que añadir que los estudios nos hacen ver que uno de los sectores de población más afectado por la violencia de género es el adolescente. La realidad es que en nuestra sociedad aún persisten los ideales tradicionales con respecto al género. A los chicos se les dota de cierta superioridad, y se da por sentado que son líderes natos, fuertes y sin debilidades, en cambio, las chicas han de ser deseablemente dóciles, sumisas y fácilmente manipulables. Estos estereotipos de género son los que se encuentran en la base de este tipo de violencia, a pesar de que damos por hecho que ya pertenecen al pasado.

Es evidente que, en ocasiones hay una gran dificultad técnica y jurídica a la hora de establecer cuándo las relaciones sentimentales de los jóvenes y adolescentes tienen la suficiente estabilidad y seriedad como para ser consideradas análogas al matrimonio, y por consiguiente encuadrarse en un supuesto tipo delictivo de violencia de género en los términos de la Ley Integral.

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