Читать книгу La soportable gravedad de la Toga онлайн

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Un despacho de abogados puede llegar a ser la variopinta pasarela del drama humano, a la que no debemos asistir como espectadores impasibles, pues sería la confirmación de que hemos perdido la sensibilidad y la empatía, cualidades que no sólo nos ayudan a ser mejores personas, sino también abogados más implicados.

Hace tiempo leía en la novela “El viejo juez” de Jane Gardamssss1 que los jueces tienen que tener la piel de un elefante (y la mirada también, pienso). Sin embargo, los abogados tenemos que tener la piel de un felino, lo suficientemente sensible para reaccionar de distinta forma, pero siempre rápidamente, tanto al afecto como a la agresión (pensarán que este mundo de la abogacía se ha convertido en una selva, pero sólo es una metáfora).

ssss1. Gardam, Jane. El viejo juez. Anagrama. Barcelona, 2011. La novela empieza con esta cita, como para justificar el tono serio de algunos de mi especie: “Los abogados, supongo, también fueron niños alguna vez” (inscripción en la estatua de un niño en el jardín del Inner Temple de Londres).

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