Читать книгу La soportable gravedad de la Toga онлайн

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La benjamina esta semana, lunes y martes, tiene sendas vistas en principio sencillas. Pero para evitar descalabros que al final sufre el cliente le pedí, como siempre, que me mandara sus notas de vista, que me llegaron el viernes por la tarde sin tiempo para revisarlas antes del fin de semana. Cuando casi de noche las leo no pude menos que esbozar un gesto de desaprobación, pues aquello estaba mal planteado.

Aunque soy muy respetuoso con los horarios de mis compañeros y sobre todo los fines de semana, me vi en la necesidad de mandarle un Whatsapp el sábado por la mañana: “cuando puedas llámame”. Al cabo de una hora recibo su llamada, me disculpo pero a continuación no pude evitar el paternalista tono de mi sermón: que si hay que fijarse más, que si corremos el riesgo de echar a perder el asunto, para a continuación pedirle que cambie las notas dándole la pauta correcta y justificándome con el mismo tono al decirle que “somos abogados los siete días de la semana”, y ya con ironía añadir que no se preocupe que al fin y al cabo tenía una hora más al retrasarse el domingo los relojes.

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