Читать книгу La soportable gravedad de la Toga онлайн

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Se lo tomó con buen humor y sentido de la responsabilidad, pero no recibo su correo con las nuevas notas hasta el domingo por la noche. Cuando las leo instintivamente me eché la mano a la frente con cara de espanto. Nuevo correo intentando explicarle sus errores y pidiendo que me llame el lunes a primera hora.

Al día siguiente pasé del modo del paternalista al militarista y terminé ordenando y mandando poner hasta las comas del nuevo escrito bajo mi redacción. Y lo mismo sucedió, unas horas después, con la vista de mañana.

Perdonarán mi intransigencia, pero es que a diferencia de los médicos residentes que aprenden a operar con el veterano cirujano a su lado presto a corregir cualquier error, el abogado inexperto se enfrenta al juicio como Gary Cooper, sólo ante el peligro, sin un tutor a su lado que salga al quite para enmendar cualquier desafortunado desliz.

La única manera que tenemos de evitar una catástrofe es darle el pleito lo más mascado posible para evitar que en el momento de la verdad se atragante. Eso intenté estos días y aunque la buena de mi joven compañera lo asumió con santa paciencia, creo que al final se pudo enfrentar a ese trance con la toga menos apretada por la inseguridad de quien todavía debuta en estas lides. La sombra del veterano abogado es alargada.

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