Читать книгу Espiados. Un agente: Marcelo D'Alessio. Un juez: Alejo Ramos Padilla. El poder argentino, en jaque онлайн
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El exgerente de la empresa PDVSA desconocía quién era, pero al haberse sentido cómodo con el periodista –que le había respetado sus condiciones– le manifestó que lo conocería. Acordaron un café para el jueves 24 de enero. Para el miércoles 23 de enero el espía no solo sabía que conocería a Brusa Dovat y qué haría con él, sino que había investigado cada mancha de su presa y, con la sapiencia de un cazador, aguardaría el momento preciso para cazarlo.
Por eso, a las dos de la madrugada del 23 de enero, le envió un mensaje por WhatsApp a Carlos Stornelli: “Mañana voy a hacer que se arrepienta un actual director de una residual de PDVSA, que sigue operando en el país. Si es lo que imagino, además del informe que tengo que armar para Maine y enviarlo por valija diplomática, está el factor Argentino que seguro ¡le vas a sacar mucho provecho!”12. El fiscal le respondió con tres manitos con el pulgar para arriba. La operación iba viento en popa.
En el barrio con nombres exclusivos de mujeres, como es Puerto Madero, se encuentra Fresh Market. En calle Olga Cossettini al 1200 y a metros del río, Rolando Graña, Gonzalo Brusa Dovat y el misterioso hombre se vieron las caras. Marcelo D’Alessio se dio a conocer como “jefe de la DEA, le exhibió una placa que llevaba dentro de su billetera, y una pistola y un fajo de dólares que guardaba en un maletín negro”13. Además, le presentó a una cuarta persona que formó parte del almuerzo; era un excomisario colaborador suyo llamado Aníbal Degastaldi. También le indicó a Gonzalo que un Toyota Corolla estaba estacionado en la vereda del restaurante, y que adentro lo esperaban sus “custodios”, Eduardo Ariel Menchi “Chispa” y Mariano Rubén Díaz, alias “Alemán”.