Читать книгу Espiados. Un agente: Marcelo D'Alessio. Un juez: Alejo Ramos Padilla. El poder argentino, en jaque онлайн

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El almuerzo, que sería en la intimidad entre tres personas, se transformó en un encuentro con custodios y excomisarios presentes. D’Alessio le comentó al exgerente que hacía meses que venía investigando a la empresa Fluvialba –la misma sobre la que Graña había realizado informes– porque, supuestamente, realizaba un traslado marítimo de metanfetaminas. Gonzalo se sorprendió al escuchar el nivel de precisión y conocimiento que tenía el ya no misterioso hombre. El espía aportó datos muy específicos sobre la Petrolera del Cono Sur, lo que hizo que Brusa Dovat se diera cuenta de que D’Alessio sabía más de lo que decía y hasta conocía parte de su vida.

El almuerzo transcurrió con el supuesto jefe de la DEA ostentando poder, vanagloriándose del mismo y, sobre todo, impartiendo respeto entre los comensales. Fue la primera vez que Marcelo Sebastián mencionó la necesidad de implementar el “Protocolo de Protección de la DEA” para lograr un concreto resguardo sobre Brusa Dovat y su familia.

El espía entendía que era el momento de hacer un rally mediático. “Este es un caso para Daniel Santoro”, sentenció D’Alessio. La única acotación directa de Rolando Graña fue en ese exacto segundo cuando confirmó: “Sí, sí es para Santoro”14.

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