Читать книгу Espiados. Un agente: Marcelo D'Alessio. Un juez: Alejo Ramos Padilla. El poder argentino, en jaque онлайн

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Por su parte, Santoro le informó que lo entrevistaría y grabaría con el celular; a lo que en primera medida Gonzalo se negó, pero cedió cuando D’Alessio le pidió que recordara “lo que habían charlado el viernes”, en referencia a la conversación en que le comunicaron al exgerente de PDVSA que había una precausa en su contra. Nada se daba como esperaba el “arrepentido”, sino como lo planteaba el extorsionador.

La entrevista duró una hora aproximadamente y la reunión poco más de dos. Marcelo D’Alessio sacó fotos del hecho y hasta filmó unos segundos con su celular. También realizó una cámara oculta que había escondido en una mochila negra que había ubicado en la silla contigua a Santoro y frente a Brusa Dovat. Parte del contenido audiovisual lo envió por WhatsApp a Carlos Ernesto Stornelli y al excomisario Ricardo Bogoliuk, entre otros.

Al finalizar el encuentro, Brusa Dovat estaba “desnortado, completamente desorientado, al punto tal que no se ubicaba geográficamente, no sabía para dónde agarrar”17. Decidió llamar a Facundo Videla, un amigo que a esa hora debía estar trabajando cerca del lugar. Luego de diez minutos, Gonzalo estaba dentro del Renault Picasso de Videla y sintió cierta seguridad, sensación que le duró poco. Recorrieron tres cuadras cuando un Toyota Corolla –el mismo que D’Alessio le había referenciado la primera vez que se conocieron y que pertenecía a sus custodios– se les acercó de manera intimidatoria, con maniobras peligrosas y muy bruscas. El acompañante bajó el vidrio polarizado y le preguntó a Videla si estaba “todo bien”, a lo que el hombre respondió que “sí”. Tras el atemorizante hecho, este dejó a Gonzalo en su casa, quien esa noche no durmió.

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