Читать книгу Espiados. Un agente: Marcelo D'Alessio. Un juez: Alejo Ramos Padilla. El poder argentino, en jaque онлайн
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Alrededor de las 17 horas, el extorsionador le informó a uno de sus compañeros de andanzas, Aníbal Degastaldi, que llevaría “al paquete a las 7 de la tarde con Rodrigo Alegre para grabar al buche este de PDVSA”. El remitente mostró interés: “Mantenenos al tanto de todo esto, cómo sigue”21.
Tal cual lo habían acordado, Marcelo Sebastián y el arrepentido arribaron a la sede de Canal 13. Se encontraron a una cuadra del edificio, en Salta y San Juan, e ingresaron al estacionamiento del edificio luego de que D’Alessio se presentara ante el portero como “de la DEA”. En una oficina de no más de 6 metros cuadrados, con un fondo vidriado que permitía vislumbrar la gigantesca redacción del Grupo Clarín, el periodista Rodrigo Alegre lo entrevistó durante veinte minutos. Por primera vez en días Brusa Dovat se sintió cómodo dando una nota.
Finalizada la misma, el panelista del noticiero le preguntó a Marcelo Sebastián cuándo irían a declarar ante el fiscal, para acordar el día en que saliera al aire la nota y no quedar en offside. Le respondió que ello ocurriría el lunes a la mañana. Así fue como Gonzalo se enteró que pisaría por primera vez en su vida el histórico edificio de Comodoro Py. Era tal el poder que tenía D’Alessio que ni siquiera había tenido la deferencia de comunicarle cuándo sería el día de la denuncia ante la Justicia. A los ojos de su extorsionador, el exdirector de PDVSA era una marioneta más de una obra de teatro que iría incorporando nuevos actos y actores.