Читать книгу Espiados. Un agente: Marcelo D'Alessio. Un juez: Alejo Ramos Padilla. El poder argentino, en jaque онлайн

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Ese día, el periodista Eduardo Feinmann se reincorporaba a su trabajo luego de sus vacaciones y, como cada primera emisión, su novia Lucía, lo acompañaba al debut; era una pequeña cábala de la pareja. Mientras los hombres aguardaban en silencio los minutos que estarían frente a las cámaras, el espía aprovechó la oportunidad para jactarse de su extravagante belleza ante Belén Ludueña, una columnista del canal, que también estaba dentro del estudio pero fuera del aire. Se acercó, entabló un superficial diálogo, buscando impresionarla. Para ello le mostró fotos de una supuesta “casa que poseía valuada en cinco millones de dólares, una camioneta Range Rover y afirmó que era de la DEA y trabajaba para la Embajada norteamericana”25.

Segundos antes de que las cámaras enfocaran a los invitados, Feinmann se sorprendió de ver a D’Alessio sentado al lado de Brusa Dovat, ya que había preparado la entrevista solo para el arrepentido. Pero la vertiginosidad hizo que se reacomodara a la situación en un abrir y cerrar de ojos. La nota duró media hora, y el primero en tener la palabra fue el espía, quien le detalló al conductor televisivo cómo había sido la declaración ante el fiscal, y mencionó un operativo de seguridad solo para Brusa Dovat. La mayor sorpresa que se llevó el arrepentido, y que incluso no pudo disimular en sus gestos, fue cuando el periodista le preguntó si era el nuevo “Centeno de PDVSA”. Este respondió negativamente, pero D’Alessio retrucó y dijo que sí, que “sabía mucho”, momento en el que, ante la nueva insistencia de Feinmann, el gerente terminó por aceptar su nuevo apodo.

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