Читать книгу Espiados. Un agente: Marcelo D'Alessio. Un juez: Alejo Ramos Padilla. El poder argentino, en jaque онлайн

60 страница из 114

Gonzalo Brusa Dovat estaba aturdido; había recibido información que ponía en peligro su existencia, la de su esposa e hijos. El hombre al que había conocido una semana atrás poseía un conocimiento tan detallado de su vida que aterraba hasta al más aséptico. El inminente peligro de una denuncia en su contra, de la que no tenía la más pálida idea de por qué sería acusado, subyacía en su inconsciente. ¿Cuánto tiempo puede soportar una persona un estado de alerta permanente? ¿Cuántas veces se puede analizar una situación agraviante en un día? ¿Cuántas salidas se pueden encontrar si solo hay asfixia?

El ablande hacia la víctima empezaba a surtir efecto, y pronto comenzarían a verse los resultados. Pasadas las dos de la tarde del 30 de enero, Gonzalo Brusa Dovat arribó al restaurante armenio Sarkis, ubicado en la esquina de Thames y Jufré. El establecimiento irradia un ambiente familiar producto de una decoración de cantina con mesas vestidas con manteles blancos y sillas de madera y mimbre. El espía ya estaba en el lugar con el periodista de Clarín, Daniel Santoro, a quien Gonzalo reconoció por haberlo visto en un programa de televisión. Para que no quedaran dudas, D’Alessio le presentó al comunicador como su “amigo personal y compañero de investigaciones, e incluso le refirió la participación en un libro”16.

Правообладателям