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Le faltaba la alegría, eso le faltaba. No quería cantar como siempre, ni reír, ni aparecían sus típicas ocurrencias. Tampoco estaba emocionada por la presencia de sus amigos en el campo. Apenas comprendía que algo ocurría en ella, pero no sabía nombrarlo. Pensó que tal vez a esto se referían cuando hablaban de sexualidad. Poco había visto o leído y menos entendido. Solo que era algo prohibido, no compartible.
No se lo contaría a sus padres, eso estaba claro.
En realidad, no se lo contaría a nadie, nunca.
Olvidó llevar el último boletín como se lo habían pedido.
El jefe de grupo ya estaba allí con el G 5 cuando llegaron en bus ella y los nueve jefes de equipo que faltaban. La madre de la mejor amiga de la hija mayor sonreía y bromeaba. Dispuesta como siempre a atender invitados, maquillada y estilosa. El padre organizaba los caballos y dos personas ya disponían las muserolas para que comenzara el paseo antes de almuerzo. Era un hermoso día de primavera y la tarde empezaba. Se podrían haber encumbrado volantines o perseguido mariposas. La mejor amiga de la hija mayor hubiera preferido no ver a nadie ese día, pero jamás habría faltado al previo compromiso de recibirlos en su casa de campo.