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El padre del jefe de grupo se dedicaba a comprar y vender libros usados. No se haría rico, dijo, pero daba para comer y pasear. El hijo lo ayudaba desde siempre y pronto, ya en la enseñanza media, fue él quien se hizo cargo del comercio literario. El padre se sentía cansado y quería jubilar. Su hermana no estaba interesada en esos intercambios y su hermano menor, menos aún.

El jefe de grupo compraba libros de ocasión y luego vendía a precios sin compasión. Frase que acuñó jubiloso para sí mismo.

Libros usados. Compraba y vendía.

Libros.

Usados.

La universidad, pensaba, era un accesorio tan prescindible que nunca terminó por recibir título alguno.

En el campo la yerba húmeda y tierna se asomaba desde la oscuridad del invierno llena de esperanza. Había llovido la noche anterior. Los cascos de los caballos se hundían en el barro. La mejor amiga de la hija mayor escuchaba el chasquido en la tierra como en un primer plano sonoro. Las voces, en cambio, especialmente la del jefe de grupo, se le alejaban y caían como un líquido lo hace por los bordes de una mesa.

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