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La mejor amiga de la hija mayor, en cambio, fue desapareciendo, se fue haciendo transparente conforme la primavera se iba haciendo verano. Ya no miraba a los ojos ni de frente, tampoco hablaba en público, no quería ir a juntas ni fiestas. Le empezó a costar estudiar y requería de más tiempo para comprender las materias escolares. Empezó a comer sin control y dejó de hacer danza. Subió de peso y eso la empujó aún más al anonimato. Se enrolló y escondió como caracol en su concha. No quería que la vieran ni ver a nadie. Se hacía y hacía a los otros transparentes. Sencillamente encegueció, no se veía a si misma ni a nadie. Tal vez por eso no se dio cuenta de cómo su madre se fue acercando al jefe de grupo. Se hablaban por teléfono, se juntaban en su casa o iban juntos a comprar los materiales que llevarían ese verano a la Acción Social. Reían juntos. El jefe de grupo la cautivó con su cercanía y con el ofrecimiento de un nuevo mundo, el mundo acotado, pero mundo nuevo y por explorar que significaba para ella ese comité de padres.

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