Читать книгу Sin miedos ni cadenas. Lecturas devocionales para damas онлайн
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Los pasaportes de todos los países tienen un párrafo en las primeras páginas en el que se pide, en nombre del gobierno de la nación, que se permita al portador pasar libremente y que se le brinde toda la asistencia y protección necesarias. Mi pasaporte inglés pide esto en nombre de Su Majestad, la reina Isabel II del Reino Unido. Cuando aceptamos la identidad que Dios nos da, tal y como la describe nuestro pasaporte, recibimos acceso, asistencia y protección, en nombre del Rey de reyes y Señor de señores. ¡No permitas que nadie te robe tu identidad!
Señor, hoy recibo mi identidad. Acepto ser quien tú dices que soy como la única verdad. Soy tu hija amada y escogida. Mi vida tiene sentido y propósito. Nada ni nadie puede arrancarme de tu mano.
20 de enero
¡Fuerte!
“Gobernaba en aquel tiempo a Israel una mujer, Débora, profetisa, mujer de Lapidot” (Juec. 4:4).
Cuando piensas en lo que significa ser una mujer cristiana, ¿qué palabras vienen a tu mente? Sabia, cortés, trabajadora, buena hija/esposa/madre, sumisa… ¿Y fuerte? ¿Consideras que para ser una verdadera seguidora de Cristo debes ser fuerte? En su artículo “Lisa Bevere on Why the Church Must Stop Undermining the Strength of Women”, la escritora estadounidense comenta: “Por alguna razón, pareciera que, en la comunidad cristiana, a las mujeres se les envía el mensaje de que ser fuertes está mal. La fuerza está mal. Ser fuertes es ser ambiciosas. Ser fuertes es algo que las mujeres cristianas no somos. Somos dulces y calladas”. Esta imagen de feminidad cristiana, sin embargo, no es realmente bíblica.