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30 de enero

Gracia extravagante


“Dios los salvó por su gracia cuando creyeron. Ustedes no tienen ningún mérito en eso; es un regalo de Dios” (Efe. 2:8, NTV).

¡Tenemos tanto miedo de la gracia! Muchas veces preferimos vivir empantanadas en el sentimiento de culpa porque creemos que, si aceptamos la gracia de Dios, daremos rienda suelta al pecado. Entonces, nos autoflagelamos con el látigo de la culpa, pensando que nos convertirá en mejores cristianas. Tristemente, esto solo nos aleja de Dios (porque es un intento de salvarnos con nuestros propios méritos). La gracia y el sentimiento de culpa nos hacen avanzar en direcciones opuestas. Cuando Dios nos mueve al verdadero arrepentimiento, nos da un empujoncito que nos acerca hacia él. Nos revela la dimensión de nuestro pecado, pero también la solución: su gracia. El sentimiento de culpa, en cambio, nos aparta de Dios porque nos induce al autocastigo, a intentar resolver la situación a nuestro modo. En pocas palabras, la culpa hace que nos escondamos de Dios, mientras que la gracia hace que corramos a sus brazos.

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