Читать книгу Sin miedos ni cadenas. Lecturas devocionales para damas онлайн

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Señor, gracias por el extravagante e inmerecido don de tu gracia. Hoy quiero dejar de resistirme y abrir mis manos, mi corazón y mi vida para recibirlo.

31 de enero

Examíname


“Señálame cualquier cosa en mí que te ofenda y guíame por el camino de la vida eterna” (Sal. 139:24, NTV).

Ayer hablaba con un amigo y me dijo: “Siento culpa todo el tiempo, por si acaso. Ando con culpa siempre, como en piloto automático”. Él no me hablaba de sentir verdadero remordimiento o arrepentimiento por un error o un pecado cometido; no. Él se refería a vivir permanentemente bajo un estado de condenación interna, con una sensación de continuo ataque por una conciencia hiperactiva. No cabe duda de que el verdadero arrepentimiento nos libera. La culpa falsa, por otro lado, es una celda. Y aunque tenemos la puerta abierta, no salimos porque creemos que merecemos estar ahí. En The Guilt Book [El libro de la culpa], el psicólogo cristiano Rob Waller escribe acerca de los prisioneros de la culpa falsa: “Muy pocas veces he encontrado una correlación entre la gravedad de sus pecados reales y el estado debilitante de sus conciencias. De hecho, pareciera que aquellos que luchan más con la culpa a menudo son los que menos razones tienen para sentirse culpables”.

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