Читать книгу Sin miedos ni cadenas. Lecturas devocionales para damas онлайн

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Todas hemos sido heridas, en mayor o menor medida. Todas podemos recordar dolorosos capítulos de nuestra vida que hacen que los ojos se nos llenen de lágrimas. Y, como dice Christine, aunque tener fe en Jesús no nos da amnesia, sí nos da una opción en cuanto a dónde anclamos nuestra identidad. Podemos fijar la vista en nuestras heridas y usarlas como una excusa permanente, o podemos mirar a Jesús y transitar pacientemente el camino de recuperación. En Falling Upward [Caída ascendente], el teólogo y escritor Richard Rohr explica que él cree que tenemos una tendencia a “permanecer identificados por la herida [...]en lugar de usar la herida para redimir al mundo, como lo vemos en Jesús y en muchas personas que convierten sus heridas en heridas sagradas, liberándose a sí mismos y a los demás”.

Como tenemos una tendencia a permitir que nuestras heridas nos definan, Jesús le preguntó al paralítico de Betesda: “¿Te gustaría recuperar la salud?” A primera vista, parece una pregunta irónica. ¿A quién no le gustaría volver a caminar, después de haber pasado 38 años acostado en una camilla? Sin embargo, Jesús le estaba diciendo: “¿Estás dispuesto a asumir la responsabilidad de buscar un trabajo y no vivir más de limosnas? ¿Quieres ser sano, aunque esto implique que ya no recibirás la atención y simpatía de los demás?” La sanidad conlleva responsabilidad y nos da una mayor capacidad de impacto e influencia. Cuando ese hombre se levantó, enrrolló su camilla y la llevó bajo el brazo; ese símbolo de su pasado se transformó en una poderosa historia de redención. El pasado no desapareció, pero Jesús transformó esa camilla, que había sido una prisión, en un emblema de libertad.

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