Читать книгу Sin miedos ni cadenas. Lecturas devocionales para damas онлайн

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Naamán tenía los días contados y por eso estuvo dispuesto a aceptar la sugerencia de una esclava israelita y visitar Samaria, en pleno territorio enemigo. Como salvoconducto, Naamán llevó consigo una carta del rey y un generoso pago de diez talentos de plata (más de 1,2 millones de dólares estadounidenses).

Sin embargo, las cosas no sucedieron como Naamán esperaba. En lugar de ir en persona, el profeta Eliseo envió un mensajero y le “recetó” un tratamiento extraño: “Ve y lávate siete veces en el río Jordán, y tu cuerpo quedará limpio de la lepra” (2 Rey. 5:10, DHH). Naamán se enfureció porque él tenía una idea muy diferente de cómo el profeta debía sanarlo. “Yo pensé que iba a salir a recibirme, y que de pie iba a invocar al Señor su Dios, y que luego iba a mover su mano sobre la parte enferma, y que así me quitaría la lepra” (2 Rey. 5:11, DHH).

Naamán estaba tan enojado que casi se volvió a su país sin siquiera intentarlo. Los ríos de su patria le parecían más limpios y mejores. Sin embargo, fue nuevamente uno de sus criados quien le salvó la vida al decir: “Señor, si el profeta le hubiera mandado hacer algo difícil, ¿no lo habría hecho usted? Pues con mayor razón si solo le ha dicho que se lave usted y quedará limpio” (2 Rey. 5:13, DHH). Finalmente, en humilde obediencia, Naamán se sumergió siete veces en las marrones aguas del Jordán y fue sanado completa y gratuitamente.

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