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15 de febrero

Este no es mi plato


“Y sabemos que Dios hace que todas las cosas cooperen para el bien de quienes lo aman y son llamados según el propósito que él tiene para ellos” (Rom. 8:28, NTV).

Años atrás, en una de mis primeras citas con Nigel, la camarera confundió nuestros pedidos. Ella le sirvió a Nigel mi plato y a mí el suyo. “Me parece que tienes mi plato”, le dije a Nigel, tratando de no sonar muy alarmada, porque recién nos estábamos conociendo. “No, esto fue lo que yo pedí”, me contestó sonriente, y comenzó a comer tranquilamente. Miré el plato que tenía enfrente de mí con desdén; era básicamente una ensalada. Aunque soy vegetariana, jamás pediría una ensalada en un restaurante. ¡Me parece un desperdicio de dinero! Debo confesar que pasé la mayor parte de la velada sintiendo envidia gastronómica y pensando: Esto no es lo que yo pedí.

A veces, Dios nos da algo diferente de lo que pedimos en oración. Doquiera, vemos a colegas y amigas recibir exactamente lo que nosotras queríamos: un excelente trabajo, un marido trabajador, hijos sanos. Mientras que otras mujeres se sientan a disfrutar de un suculento plato de bendiciones, pareciera que nosotras debemos conformarnos con la ensalada. En momentos así, tenemos dos opciones: envidiar o confiar. En El ministerio de curación, Elena de White nos recuerda: “Dejad que Dios haga planes para vosotros. […] Dios no guía jamás a sus hijos de otro modo que el que ellos mismos escogerían, si pudieran ver el fin desde el principio y discernir la gloria del designio que cumplen como colaboradores con Dios” (p. 380).

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