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y su trono como los días de los cielos’ ”.

Por supuesto, preguntamos de nuevo, ¿de quién habla David?

¿Quién es el Santo?

¿Quién es el exaltado, escogido de entre el pueblo?

¿Quién es el que exclama: “Tú eres mi Padre,” a quien Dios responde, “yo lo haré mi primogénito”?

¿Quién es ese Rey supremo de la Tierra, con quien Dios establecerá su Pacto para siempre?

David, por supuesto, ¡pero también alguien aún más que David!

Llegados a este punto de nuestro recorrido, sabiendo lo que sabemos, simplemente leyendo estos dos salmos de David, una luz debería encenderse en nuestra mente. Estos pasajes del Antiguo Testamento son vitales para comprender la historia que va a continuar en el Nuevo Testamento, específicamente con respecto a lo que el Nuevo Testamento quiere decir cuando llama a Jesús “hijo primogénito” o “hijo unigénito” de Dios. Estos salmos de David están en el origen de esa terminología, junto con los pasajes que hemos analizado anteriormente con respecto a la filiación de Israel. De hecho, como pronto descubriremos, el Nuevo Testamento cita específicamente estos dos Salmos para informarnos acerca de la identidad del Mesías dentro del marco del Pacto.

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