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-A la cola- dice el inexpresivo Carabinero y las órdenes y contra órdenes se suceden.

Pasan las valijas, bolsas y bolsitas, maletas, carteras, ponchos y… etc. etc. para proceder después a palpar a las personas (por si… atesoran en sus bolsillos algún elemento comprometedor) mientras la “cinta delatora” registra minuciosamente cada paquetito.

Delatora ¿de qué?

De eso escondido que no querés mostrar.

Yo no llevo ¡nada escondido! No deseo demorarme y menos aún demorar a los demás pasajeros.

¡Abra su bolso!- ordena la Jefa de la Aduana quien descubre la “fruta prohibida”

Entonces la Señora cuestionada se enfrenta a los infinitos requerimientos con argumentos que no son escuchados.

No quiera Usted, Señora, explicar lo inexplicable sólo debe llenar, rellenar – sin enmiendas ni tachaduras- esos formularios.

Fuimos testigos de la acción casi delictiva que la candorosa mujer había realizado sin premeditación guardando un limón en su valija.

El sol, por estas horas comienza su descenso. Lo tenemos de frente marchamos siempre al oeste. Los ánimos permanecen expectantes a lo desconocido.

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