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El segundo comentario de Agustín sobre el sábado de la Creación podría definirse como el paso místico del alma humana del desasosiego al descanso de Dios. Como ejemplo podemos citar, en uno de los más sublimes capítulos de sus Confesiones, la oración siguiente: “¡Oh, Señor Dios, tú que nos has dado todo, concédenos también tu paz, la paz del sábado, la paz sin atardecer!93 Porque este tan hermoso orden de cosas pasará cuando haya cumplido el propósito que les has señalado. Todas ellas fueron hechas con una mañana y una tarde. Pero el séptimo día no tiene atardecer, porque tú lo has santificado para que dure eternamente. Tu descanso en el séptimo día, después de completar tus obras, nos anuncia a través de la voz de tu Libro que nosotros también, cuando terminemos nuestras obras por tu gracia, en el sábado de la vida eterna descansaremos en ti”.94 Esta interpretación espiritual y escatológica del sábado muestra el profundo aprecio que Agustín tenía por su significado, aun cuando no aceptase la observancia literal del cuarto Mandamiento.95

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