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A Felipe, por una rivalidad natural a esa edad, nunca le gustó la idea de vivir toda su vida con sangre de mujer y se tuvo que convencer de que no tenía otra opción, sobre todo cuando la confirmación final del éxito la tuvimos gracias a que donante y paciente eran de sexo diferente. Las células masculinas y femeninas se diferencian al microscopio mediante una tinción que es capaz de distinguir el segundo cromosoma X de la mujer, mucho más grande que el cromosoma Y del hombre y cuando recibimos el resultado del examen confirmamos que la sangre de Felipe tenía dos cromosomas X, o sea, era la de su hermana.

A estas alturas Hugo y Sandra sabían más de leucemia y trasplante que la mayoría de los médicos que yo conocía y sus alcances y sugerencias siempre fueron un gran aporte. Qué pasaba dentro de ellos, no lo supe, y creo que nunca sabré cómo cada uno realiza esa procesión, incluso cuando hemos superado ya los mil niños tratados.

Felipe se fue a casa tomando muchos medicamentos. El más importante era la ciclosporina, un inmunosupresor, destinado a prevenir lo que conocemos como enfermedad de injerto contra huésped. Esta es la mayor complicación del trasplante y consiste en una reacción inflamatoria por la cual las células maduras del sistema inmune que siempre acompañan a la transfusión de médula ósea del donante “rechazan” al paciente. Este fenómeno lo explicaré en detalle más adelante.

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