Читать книгу Sobre hombros de gigantes онлайн

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Nuevamente, por la compatibilidad entre Felipe y Nicole y la suerte del principiante, no pasó absolutamente nada. Felipe se tomaba sus remedios de manera rigurosa y se recuperó físicamente. Le creció el pelo nuevamente, retomó de manera progresiva su vida normal y en septiembre lo dejamos volver al colegio cuando su aspecto externo no delataba ya ningún signo de que alguna vez estuvo enfermo. Era un niño feliz, que logró dejar atrás la odisea de haber recibido dos tratamientos de leucemia. Hugo y Sandra solo tenían palabras de agradecimiento y cada día que pasaba se afianzaba la esperanza de una curación. Al año del trasplante, cuando ya no había ninguna posibilidad de que Felipe tuviera la enfermedad de injerto versus huésped, suspendimos todos los medicamentos y volvió a ser un niño sano y normal.

Felipe fue muy importante para el desarrollo del programa de trasplante. Era la muestra viva de que el procedimiento era factible y que teníamos todo lo necesario para hacerlo. Él nos hizo creer en nosotros y trasplantar a otros pacientes con enfermedades muy diversas. Si bien tuvimos muchos tropiezos y varios niños no salieron adelante, ver a Felipe era el recuerdo constante de que podíamos. Nos ayudó a validar el trasplante en niños ante la comunidad médica aunque muchos escépticos, entre ellos colegas míos, no quisieron reconocer el potencial de este procedimiento para curar niños con leucemia que no tenían otra alternativa, sino hasta más de diez años después.

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