Читать книгу Un rayito de luz para cada día онлайн

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Todos en la aldea lo conocían. Desde pequeñito parecía que vivía para beneficiar a otros. Él era miembro de una familia pobre; por ello no solo ayudaba en los quehaceres del hogar, sino también trabajaba en el taller de su papá. ¿Cómo crees que tomaba él este asunto? ¿Era un amargado por tener que trabajar cuando otros niños de su edad se la pasaban jugando? No. Todos los que lo conocía, sabían que lo caracterizaba su alegría constante. Muchos que pasaban frente al taller donde él trabajaba podían oír que expresaba su alegría cantando himnos de agradecimiento. Con algo tan sencillo como el canto, parecía perfumar el ambiente con la fragancia del Cielo, logrando que los demás se elevaran por sobre los pesares de esta Tierra y sintieran más cerca la Patria Celestial.

Este niño fue creciendo hasta llegar a ser un joven. Y seguía siendo un ayudador nato. Su simpatía y ternura alegraban y cambiaban el día de todos los que tenían contacto con él: ancianos, niñitos, personas tristes o preocupadas. ¡Hasta los animalitos eran más felices a causa de su presencia! Parecía que no había nada tan insignificante que no mereciese su atención o su ayuda. No tenía problema en agacharse a aliviar un pajarito herido. Era una persona capaz de simpatizar con todos. Parecía siempre envuelto en una atmósfera de esperanza y valor que hacía de él una bendición en todo lugar.

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