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Hubo una vez Alguien que no temió usar sus manos. Esas fueron manos que recordaremos por la eternidad. Vamos a recordar algunas virtudes de las manos de Jesús:

 Manos de bendición. ¿Recuerdas cuando una gran multitud había estado escuchando a Jesús y al terminar el día ya no podían comprar alimentos? Jesús multiplicó la merienda que un niño compartió.

 Manos de perdón. En Juan 8:11 se narra cómo un grupo acusaba a una mujer. El grupo esperaba ansioso la condena. Jesús escribió en la tierra los pecados de ellos y lentamente cada uno se retiró. Y ahí, Jesús expresó: “Ni yo te condeno, vete y no peques más” (Juan 8:11).

 Manos poderosas. En Mateo 14 se cuenta un incidente conmovedor. Pedro comienza a hundirse en el mar, exactamente cuando deja de mirar a Cristo. Su Maestro le había dicho que fuese a él, y al principio todo iba bien. ¡Caminaba sobre las olas! Pero dudó, temió y finalmente clamó: “¡Señor sálvame!” Al instante Jesús le extendió la mano.

 Manos de gloria. Después de resucitar al tercer día y de pasar cuarenta días con sus discípulos, era hora de ascender al Padre. Jesús podía ver la tristeza en el rostro de sus discípulos y, después de prometerles que volvería, “alzando sus manos, los bendijo” (Luc. 24:50).

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