Читать книгу Un rayito de luz para cada día онлайн
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Nunca, con palabras, alguien me volvió a pedir que no lo ignorase. Pero, ¡cuán real es ese pedido en las personas con quienes nos encontramos! Ojos que suplican una mirada de compasión. Manos que reclaman un toque cálido. Personas pidiendo alguien que escuche sus historias.
“No me ignores”, dice tu hermanito, “solo voy a ser pequeño por poco tiempo. Ten paciencia conmigo”. “No me ignores”, dice un compañero, “sé que no me conoces, pero necesito un amigo”.
“No me ignores”, dice tu mamá, “estoy cansada y estresada. Dame un abrazo. Ayúdame un poquito”. “No me ignores”, dice tu abuelito, “escucha esta historia solo una vez más. Sonríeme”.
Cinthya
5 de febrero
Manos
“Y después de poner las manos sobre ellos, se fue de allí” (Mateo 19:15).
Las manos dicen mucho sobre una persona. Siempre me llenaban de ternura las manos de mi papá. Era un hombre muy trabajador y eso lo reflejaban sus manos. Era constructor. Cuando llegaba a casa después de la jornada, que comenzaba antes de que el sol saliera, y antes de higienizarse, humectaba sus manos con aceite y azúcar. No sé si tenía mucha base científica esa mezcla, pero recuerdo que corría a ayudarlo, proveyéndole lo necesario o vertiendo ambas cosas alternativamente. Me enternecían esas manos toscas, y admiraba que papá fuese tan trabajador.