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Padre celestial, dejo en tus manos a los seres que más amo en este mundo; oro para que los cuides, los bendigas, y los salves para la eternidad.

6 de enero

Primero destrucción, luego consagración

“La noche está avanzada y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas y vistámonos las armas de la luz” (Romanos 13:12).

¿Sabes a qué victoria se refiere el Antiguo Testamento cuando habla de “la matanza de Madián” (Isa. 10:26)?

“La matanza de Madián”, también conocida como “El día de Madián” (Isa. 9:4), se refiere a la batalla en la que Gedeón y sus trescientos hombres, armados con cántaros vacíos y teas encendidas (Jue. 7:16), prevalecieron sobre un ejército de 135.000 madianitas, fuertemente armados y con tantos camellos “como la arena que se acumula a la orilla del mar” (7:12). ¡Con razón se la recuerda como una de las páginas más gloriosas en la historia del pueblo de Dios!

Sin embargo, lo que poco se recuerda es la manera en que todo comenzó. Dos detalles significativos destacan. En primer lugar, el Ángel del Señor se le aparece a Gedeón y le encomienda una misión: “Ve con esta tu fuerza y salvarás a Israel de manos de los madianitas. ¿No te envío yo?” (6:14). En segundo lugar, le da una orden: “Derriba el altar de Baal que tiene tu padre; corta también la imagen de Asera que se halla junto a él” (vers. 25).

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