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¿Ves la secuencia? Dios asignó a Gedeón una misión, la de liberar a su pueblo del yugo madianita; pero antes de cumplir con el encargo divino, Gedeón debía primero derribar el altar idolátrico a Baal. En otras palabras, para recibir la bendición de Dios, primero los ídolos debían ser destruidos.

¿No hay aquí una preciosa lección para todos nosotros, especialmente al comienzo de este nuevo año? No importa cuántas buenas resoluciones hayamos tomado para impulsar nuestro crecimiento espiritual, de nada nos servirán mientras estemos acariciando algún pecado, o mientras en nuestra vida haya ídolos que nos impidan hacer una entrega completa del corazón a Dios.

Ahora la segunda lección. Según el mensaje del Ángel, Gedeón no solo debía derribar el altar idolátrico a Baal, sino además, en su lugar debía edificar un altar al Señor (ver Jue. 6:26). El mensaje está claro: no es suficiente con destruir los ídolos de nuestra vida; ¡sobre sus ruinas hemos de levantar en nuestro corazón un altar al único y verdadero Dios! En otras palabras, primero destrucción, luego consagración.

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