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¿Cómo respondió el apóstol a esta lógica de “persistir en el pecado para que la gracia abunde”? Diciendo, enfáticamente: “¡Claro que no! Nosotros ya hemos muerto respecto al pecado; ¿cómo, pues, podremos seguir viviendo en pecado?” (6:2, DHH).

¿Cuál es la implicación para nosotros, los que vivimos en el siglo XXI? John R. Stott responde muy bien esta pregunta cuando escribe que constantemente hemos de recordarnos a nosotros mismos quiénes somos y lo que significa haber entregado nuestra vida al Señor Jesús. “¿No sé acaso quién soy?”, pregunta Stott. “A lo cual he de responder: Sí sé quién soy: una nueva criatura en Cristo, y por la gracia de Dios viviré como lo que soy” (The Message of Romans, p. 187).

¡Ahí está! ¿Cómo puedo seguir viviendo en pecado si ya no soy lo que antes era? ¿Cómo puedo seguir con un estilo de vida caracterizado por el vicio, la lujuria y la mentira, después de todo lo que ocurrió en la Cruz del Calvario? ¡De ninguna manera!

El mismo Stott ilustra bien esta hermosa verdad al recordar un detalle relacionado con la muerte del Duque de Windsor el 28 de mayo de 1972. Cuenta Stott que ese día los medios de comunicación trasmitieron los pasajes más importantes de su vida. En uno de ellos, aparecía él cuando, todavía siendo niño, recordaba las palabras de su padre, George V: “Mi padre era muy estricto. Cuando yo hacía algo malo, él me amonestaba diciendo: ‘Mi querido hijo, siempre debes recordar quién eres’ ” (ibíd.).

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