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¿Cómo están tus manos, al presentarte ante Dios? Antes de responder, quiero compartir contigo estas palabras: “La gracia es la mano de Dios que baja a la tierra. La fe es la mano del hombre que se extiende hacia arriba, para asir la mano de Dios” (Diccionario bíblico adventista del séptimo día, p. 501).
Ahora pregunto: para asir la mano de Dios, ¿no deberían nuestras manos estar abiertas y, además, vacías? ¿Entendemos ahora por qué el publicano fue perdonado, pero no así el fariseo?
Señor, ante ti estoy con mis manos abiertas. Por favor, límpialas de todo orgullo, y llénalas de tu perdón y de tu amor.
12 de enero
Dios de lo imposible
“El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente. Diré yo a Jehová: ‘Esperanza mía y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré’ ” (Salmo 91:1, 2).
María, una amiga a quien Sudha no había visto desde hacía 16 años, se presentó en su casa una noche y le pidió que cuidara de Tina, su hermana, quien había tratado de suicidarse. El problema se complicó para Sudha porque María nunca regresó por su hermana.