Читать книгу Nuestro maravilloso Dios онлайн
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No encuentro mejor manera de comenzar este nuevo día que imaginando a nuestro amante Padre celestial diciéndonos desde su Trono: “Hijo mío, hija mía, recuerda hoy quién eres: un príncipe, una princesa, del Reino celestial”.
Oh, Padre celestial, ayúdame hoy a vivir como lo que soy: una nueva criatura en Cristo; un príncipe, una princesa, de tu Reino eterno.
10 de enero
“Y todo Israel con él”
“Cuando Roboam consolidó el reino, dejó la ley de Jehová, y todo Israel con él” (2 Crónicas 12:1).
Terco e insolente. Así es como se ha descrito al rey Roboam. Y parece muy acertada su descripción del hijo de Salomón y Naama, la amonita (1 Rey. 14:21).
Esos indeseables rasgos de carácter puso de manifiesto Roboam al inicio de su reinado, cuando tuvo la preciosa oportunidad de aliviar las cargas que Salomón su padre había impuesto sobre el pueblo. En esa ocasión, movido por el orgullo y encandilado por el deseo de ejercer su autoridad, prefirió ignorar el consejo de los ancianos para seguir el de los jóvenes príncipes que se habían criado con él. Y fue así que, en lugar de disminuir el yugo que su padre había impuesto sobre el pueblo, Roboam lo aumentó. El resultado fue la división del reino: dos tribus, las de Judá y Benjamín, quedaron bajo su mando, mientras que las otras diez formaron un gobierno separado bajo el mando de Jeroboam.