Читать книгу Nuestro maravilloso Dios онлайн

32 страница из 175

¿Qué hizo Sudha, entonces? No tenía ninguna experiencia sobre cómo manejar un caso tan delicado, y en su pueblo no había profesionales especializados. Así que, Sudha se limitó a orar por Tina, y a leerle porciones de las Escrituras. Poco a poco logró que comiera, y finalmente logró que hablara.

–Nunca debí haber nacido –fue lo primero que dijo Tina.

Su padre no la quería, porque siempre había deseado un hijo varón. Además de rechazarla, también la agredía física y emocionalmente. Para escapar de ese infierno, Tina se involucró en el mundo de las drogas.

Ahora le tocaba a Sudha inspirar en esta joven, de unos veinte años, el deseo de vivir. Un día logró convencerla de recibir ayuda psiquiátrica en otra ciudad. Para ello, viajaban unos setenta kilómetros, tres veces por semana. Pero cuando todo parecía marchar bien, Tina no quiso volver. La situación tocó fondo un día en que la encontró en la cocina de la casa bañada en gasolina con una caja de fósforos en su mano. Cuando Sudha logró persuadirla de que no se prendiera fuego, Tina gritó:

Правообладателям