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Sin embargo, el asunto no terminó ahí, porque Roboam, siguiendo el mal ejemplo de su padre, cometió el grave error de unirse a múltiples esposas (2 Crón. 11:21). Además, se aseguró de que sus hijos, esparcidos por todo el territorio de Judá y Benjamín, hicieran lo mismo (vers. 23). Esta fue una violación directa de la orden del Señor, en el sentido de que un rey no debía tener muchas mujeres, para que su corazón no se desviara (Deut. 17:17).

¿Cuál fue el resultado de sus extravíos? Nuestro versículo para hoy lo señala claramente: Roboam “dejó la ley de Jehová, y todo Israel con él”. Los efectos de su mal ejemplo no solo se sintieron dentro de su esfera familiar, sino también se extendieron por todo su reino: idolatría, sodomía y abominaciones similares a las que practicaban las naciones paganas que Dios había desechado (1 Rey. 14:24).

¡Cuán apropiadas, por lo tanto, resultan las palabras que leemos en el libro Profetas y reyes! “Nadie perece solo en su iniquidad […]. Conducimos a otros hacia arriba, a la felicidad y la vida inmortal, o hacia abajo, a la tristeza y la muerte eterna” (cap. 6, p. 69).

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