Читать книгу Nuestro maravilloso Dios онлайн

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¿Quién podía culparlo de expresar así el gozo que inundaba su corazón?

Hay en este pasaje de la Escritura una preciosa lección. ¿No podían los apóstoles, al igual que otros, dar a este pobre mendigo algunas moneditas? Claro que podían, pero no lo hicieron porque tenían para él un don más grande, más valioso y más sublime que cualquier otro: el don de la salud, otorgado en el poderoso nombre de Jesús.

La implicación es clara: hay poder inconfundible, insospechable, incomparable, en el nombre de Jesucristo. Él no es un Redentor muerto. ¡Es un Salvador vivo! Como bien lo dijo Pedro ese día: él es el Santo y Justo (Hech. 3:14), el Autor de la vida (vers. 15), el Mesías de la profecía (vers. 18). Lo fue ayer, y lo será hoy y siempre.

¿Qué podrías dar tú hoy? ¿Qué podría dar yo?

Hoy es un excelente día para hablar a alguien del poderoso nombre de Jesús de Nazaret, y todo lo que eso significa.

Amado Jesús, no tengo oro ni plata, pero tengo tu amor en mi corazón. ¡Ayúdame a compartirlo hoy con quienes me rodeen!

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