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¡Oh, las cosas que hace Dios!
Gracias, Padre amado, por ver en mí lo que nadie más vio; y por haberme elegido para reinar con Jesús por toda la eternidad.
15 de enero
¿Para quién trabajas?
“Que los hombres nos consideren como servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios” (1 Corintios 4:1, RVR 95).
¿Te has preguntado alguna vez de dónde obtuvo Moisés la paciencia necesaria para soportar las rebeldías del pueblo de Israel en su peregrinación por el desierto? La mejor respuesta que conozco la leí en un relato que narra Harold S. Kushner (Overcoming Life s Disappointments, p. 30).
Cuenta Kushner que un día se propuso visitar a varios miembros de su congregación que estaban hospitalizados. Cuando fue al hospital, solo pudo hablar con uno de ellos, pero lo único que esta persona hizo fue quejarse de sus dolores y culpar a Dios por sus achaques.
Desanimado por lo que consideraba una tarde perdida (había suspendido una salida familiar para ir al hospital), el rabino caminaba por los predios adyacentes al hospital cuando fue sorprendido por el saludo de un vigilante. El hombre estaba vigilando lo que parecía ser un edificio abandonado. Movido por la curiosidad, el rabino le preguntó por qué estaba vigilando un edificio en esa condición de abandono. El hombre le respondió que su trabajo consistía en asegurarse de que nadie robara las pocas cosas de valor que todavía quedaban. Entonces el vigilante, al ver al rabino vestido de traje y corbata en un domingo por la tarde, también sintió curiosidad.