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Arriesgando su elevada posición en la comunidad, Jairo acudió a Jesús. Pero justo cuando Jesús se dirigía a casa de Jairo, lo detuvo el toque de una mujer que padecía de una hemorragia crónica (Mar. 5:25-34). No sabemos cuánto tiempo demoró el Señor atendiendo a la mujer enferma, pero en algún momento de esos preciosos minutos, la niña murió. ¿Y ahora qué podía hacer Jairo? Él había acudido a Jesús para que sanara a su niña enferma, no para que la resucitara.

–Tu hija ha muerto –dijeron los mensajeros.

Todavía repercuten en su mente esas palabras, cuando escucha la voz de Jesús:

–No temas, cree solamente –le dice el Señor.

Según se desprende del tiempo verbal en griego, lo que el Señor le dice es: “Sigue creyendo”. Ya Jairo había mostrado fe al acudir a Jesús, pero ahora debía seguir creyendo. Dice el relato que cuando llegaron a la casa de Jairo, Jesús “entró a donde estaba la niña, la tomó de la mano y le dijo: ‘Talita cum (que significa: Niña, a ti te digo, ¡levántate!)’ ”. Entonces “la niña se levantó en seguida [...] y todos se llenaron de asombro” (vers. 40-42, NVI).

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