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La actitud docente de Luigi se motivaba en la lástima que sentía de que alguien tan voluntarioso y decidido como Ciccio, no tuviera la mínima idea del conflicto donde se había sumergido.
El incipiente conocimiento que recibía de su amigo, lejos de abatirlo, encendió aún más su espíritu patriota y rebelde. Aumentaron sus ansias de participar cuanto antes en la contienda. Al parecer, comprendió porqué su patria estaba realmente en peligro. Algo tocó su cerebro y al mismo tiempo su corazón.
Su hombría comenzó a despuntar dejando atrás sus sueños juveniles. Empezó a asumir su misión con responsabilidad. Aumentó su aprecio por Luigi y celebró la suerte de haberlo encontrado. Con la aproximación que surgía entre los reclutas, empezaron a germinar afinidades en diversos grupos de soldados. La actividad en ese centro de aprovisionamiento era febril. La tarea resultaba compleja y el cumplimiento de órdenes, enmarcadas en una estricta disciplina militar, obligaba a redoblar esfuerzos.
Desde su llegada a Udine, el vértigo acompañaba a Ciccio, para quien los acontecimientos se precipitaban velozmente y, además, eran cambiantes, lo que dificultaba su completa asimilación.