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La noche era serena y cálida. Mientras caminaban con Luigi hacia las barracas donde dormían, ambos amigos se preocupaban con “le zanzare” (los mosquitos) que, atraídos por la humedad y el calor, se ensañaban con los soldados.

Al día siguiente, el jueves 10 de mayo de 1917 comenzaría el traslado de los cuerpos de infantería rumbo al frente. Antes de acostarse, revisaron con mucho cuidado sus equipos. Mañana sería el día “D” de la activa participación en la contienda.

La tranquilidad de la barraca era propicia para descansar. Al apagarse las luces, Luigi ya se había dormido. Mientras se acostaba, Ciccio comenzó a rezar y así, orando, se quedó dormido sin percatarse de que estaba a pocas horas de su “bautismo de fuego”.

5

El bautismo de fuego

El 10 de mayo de 1917 era jueves. Para los chicos de esa edad cualquier día era un día sin preocupaciones. Para Ciccio no. La madrugada lo sorprendió aún despierto, orando, como lo hacía cada vez que el temor hacia lo desconocido se lo requería. Cuando tocaron diana, todos los soldados saltaron de sus camas. Terminando de acomodar su equipo de guerra, se aprestaban a la formación. Ciccio estaba consciente de que la guerra comenzaba para él. Antes de abordar los vehículos que los transportarían, los soldados ya habían tomado una taza de té caliente y comido un pan.

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