Читать книгу Hay quienes eligen la oscuridad (versión latinoamericana). Cinco mujeres desaparecidas y ningún culpable онлайн
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Antes de la cárcel, su vida había girado alrededor de La Euforia: la sensación que lo invadía después de pasar tiempo con sus víctimas. La Euforia le había controlado la mente y había dado forma a su existencia. Era algo de lo que no podía escapar. Cuando lo atraparon, sin embargo, no tuvo más remedio que acostumbrarse a la vida en prisión. El síndrome de abstinencia fue una agonía. Deseaba intensamente esa sensación de poder y dominio que le daba La Euforia, la plenitud de la que disfrutaba cuando se colocaba el lazo alrededor del cuello y se entregaba al placer que solamente las víctimas podían brindarle.
Cuando la angustiante abstinencia se aplacó y él se resignó a la larga sentencia que lo aguardaba, buscó algo con que llenar el vacío. Pronto se le tornó evidente qué sería. El secreto que le había destruido la vida estaba sepultado en alguna parte fuera de las paredes de la prisión, y decidió pasar el capítulo final de su vida desenterrándolo.
Se sentó ante su escritorio en la biblioteca. Solamente en los Estados Unidos un hombre que había cometido tantos asesinatos podía gozar de esa libertad: un escritorio y una biblioteca entera para comandar. Pero después de décadas en este sitio, solamente unos pocos conocían su historia. Y a casi nadie le importaba. El anonimato era otro de los motivos por los cuales nunca corregía a nadie cuando lo llamaban Dosiete. Contribuía a su fachada. El mundo le había apagado la luz hacía años y solo ahora la lámpara halógena del pasado había comenzado a cobrar vida de nuevo. A solas en la biblioteca, desdobló el periódico Chicago Tribune y buscó los titulares en la página dos: A CUARENTA AÑOS DEL VERANO DE 1979, LIBERARÁN A “EL LADRÓN”.