Читать книгу Hay quienes eligen la oscuridad (versión latinoamericana). Cinco mujeres desaparecidas y ningún culpable онлайн
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El esposo de Angela entró en la habitación, apagó el televisor y le dio un beso ligero en la frente.
—Vamos, la cena está lista.
—Qué cosa tan terrible —se lamentó Angela.
Su esposo le pasó una mano por el hombro y le dio un abrazo rápido. Hizo un ademán hacia la cocina con la cabeza, e intercambió una mirada con Catherine antes de salir de la habitación.
Angela seguía contemplando la pantalla apagada. La imagen de la periodista le había quedado grabada a fuego en la mente, lo que le permitía recordar su rostro, el callejón detrás, los letreros verdes con nombres de calles a sus espaldas y hasta las expresiones tontas de los transeúntes que miraban la cámara. Era un don, pero a la vez una maldición, recordar con tanta claridad todo lo que veía. Por fin, parpadeó para alejar la imagen de la periodista de su cabeza; Catherine la tomó suavemente del codo y la llevó hacia la mesa.
CHICAGO
Agosto de 1979
LOS CUATRO —ANGELA, CATHERINE Y sus esposos— se sentaron a la mesa. Thomas, el esposo de Angela, había terminado de grillar pollo y verduras; habían optado por el aire acondicionado del comedor en lugar de cenar fuera en la terraza trasera, como había sido la idea original. El húmedo calor estival era agobiante y los mosquitos arreciaban.