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–¿Quiere ver algo más?

–No, pero quisiera una copia de las imágenes.

La sonrisa se borró de la cara de González y se puso a luchar contra el computador para intentar bajar los archivos de video entre maldiciones. Julia buscó en su chaqueta y le entregó un pendrive.

En ese momento se escucharon unos sonidos aéreos y melodiosos. La detective vio a varios empleados del museo y al arqueólogo Herrera llegar y asomarse hacia afuera por la puerta principal. Julia se levantó y se dirigió al lugar y allí se topó con Briceño, que también se acercaba.

–Como todos venían, me pareció importante y vine –dijo el detective.

Julia reconoció los sonidos.

–Lakitas –dijo ella.

–¿Qué? –preguntó Briceño.

–Lakitas. Una tropa de zampoñas –respondió Julia mientras hacía la mímica de tocar ese instrumento.

Salieron, y efectivamente en la explanada frente al acceso principal se encontraba un grupo tocando y bailando, todos vestidos con trajes tradicionales del norte de Chile. Los detectives los miraron a distancia. En un momento detuvieron la música y la danza.

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