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–Recuerde que toda amenaza debe ser considerada cierta –respondió el comisario.

–Hay otra declaración, pero de un colectivo afín al museo y más amistosa.

–La revisaremos después. Que rastreen este mensaje. Redacte el informe y me lo muestra a mí para visto bueno antes de pasárselo al fiscal.

–A la orden, señor comisario.

–Un solo detalle, detective –dijo Fuentes.

–¿Cuál sería?

–Somos una brigada de patrimonio cultural y natural. No imprima declaraciones si no es necesario, bastaba mostrármela en un computador.

Julia se ruborizó y asintió.

–Voy a contactarme con la brigada de robos por si saben algo –agregó Fuentes, y luego se retiró.

Durante las siguientes horas Julia se dedicó a escribir el informe. Se preocupó de dejar en claro el valor simbólico del Niño y que no se trataba de una simple pieza antigua. Intentó hacerlo lo más breve posible y, además, conociendo los hábitos de lectura de muchos, trataba de colocar toda la información esencial en las cinco primeras líneas de cada página. «Si pudiera agregarle colores o dibujitos, lo haría», pensó. Esa era una de las cosas que añoraba de su época de profesora de Arte. Podía preparar las presentaciones como mejor le parecía que se vieran. Recordó eso, y entre el lote de datos aprovechó de ingresar cierta información que más adelante le podría ser de utilidad.

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