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La detective hizo un resumen de las declaraciones del personal del museo, tomadas por Briceño y los dos aspirantes que habían asignado. En términos generales, no aportaban ningún dato de importancia. No habían encontrado nada extraño los días anteriores, hoy habían llegado a la hora como siempre y estaba todo normal hasta que el arqueólogo Luis Herrera descubrió el robo. Posteriormente el antropólogo Rodrigo Castillo alteró el sitio del suceso, aparentemente de buena fe. Aún faltaban los informes de criminalística, pero los podía adjuntar en la segunda entrega. También quedaba pendiente interrogar al director del museo, Luis Felipe Iturriaga. Pero Julia deseaba que al fiscal le quedara claro que el caso debía tener prioridad; un Niño congelado hace quinientos años, mantenido en una vitrina de atmósfera controlada, podía estar sufriendo daños irreversibles y había que actuar de inmediato. Ella siempre tenía esa desagradable sensación de que nadie entendía sus preocupaciones.

Estaba ya terminando el informe cuando recibió el llamado de la detective Vanessa Rojas, la asesora de informática. Julia acudió a su puesto de trabajo.

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