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En verdad, el último verso que a modo de Tornada se ha puesto, por la exposición literal, puede explicarse aquí asaz fácilmente, salvo en cuanto dice que yo llamé a esta dama altiva y desdeñosa. Pues se ha de saber que al principio la filosofía parecíame, en cuanto a su cuerpo -es decir, a la sabiduría-, altiva, porque no me sonreía en cuanto no entendía aún sus persuasiones; y desdeñosa, porque no volvía a mí los ojos; es decir, que yo no podía ver sus muestras. Y de todo esto, la falta era mía; y con esto y con lo que en el sentido literal se ha dicho, está manifiesta la alegoría de la Tornada; así que tiempo es ya, para seguir adelante, de poner fin a este Tratado.
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TRATADO CUARTO
Canción tercera
Las dulces rimas de amor que yo solía buscar en mis pensamientos,
es menester que deje, y no porque no espere
volver a ellas,
mas porque los altivos actos y desdeñosos que en mi dama
han aparecido, cerrado hanme el camino del hablar usual.
Y pues que me parece que es tiempo de esperar, depondré el suave estilo