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Porque si queremos tomar la Naturaleza universal por entero, tiene tanta jurisdicción cuanta es la extensión del mundo, es decir, del cielo y la tierra; y esto con cierto límite, como se demuestra en el tercero de la Física y en el primero de Cielo y Mundo. Conque la jurisdicción de la Naturaleza universal está confinada en ciertos límites, y, por consiguiente, la particular y es también limitador de ésta. Aquel que por nada está limitado, es decir, la primera Bondad, que es Dios, el cual es sólo en su infinita capacidad a comprender el infinito.
Y para ver los límites de nuestras obras, se ha de saber que nuestras obras son únicamente aquellas que obedecen a la razón y a la voluntad; porque si en nosotros existe la operación digestiva, ésta no es humana, sino natural. Y se ha de saber que nuestra razón está ordenada para obras en cuatro maneras, de diversa consideración; que no son operaciones que únicamente considera y no hace, ni puede hacer ninguna de ellas, como son las cosas naturales, las sobrenaturales y las matemáticas; operaciones que considera y hace en su propio acto, las cuales se llaman racionales, como son las artes de hablar, y hay operaciones que considera y hace materialmente fuera de sí misma, como son las artes mecánicas. Y todas estas operaciones, aunque al considerarlas obedecen a nuestra voluntad, por sí mismas no la obedecen. Porque, aun queriendo nosotros que las cosas pesadas se elevasen por su propia naturaleza, ne podrían subir, y aunque quisiéramos que el silogismo con falsos principios concluyese mostrando la verdad, no concluiría tal; y aunque quisiéramos que la casa se sostuviera lo mismo inclinada que derecha, no sería; porque de todas estas obras no somos los factores propiamente, sino los inventores, que las ordenó e hizo el mayor factor. Hay también operaciones que nuestra razón considera en el acto de la voluntad, como ofender y beneficiar, como permanecer firme y obedecer por entero a nuestra voluntad; y por eso, por ellas somos llamados buenos o malos, porque son completamente nuestras; por lo cual nuestras obras se extienden a donde nuestra voluntad puede alcanzar. Y como quiera que en todas estas obras voluntarias hay alguna equidad que conservar y alguna iniquidad que evitar, la cual equidad puede perderse por dos causas: por no saber cuál es la tal o por no querer seguirla, fue inventada la razón escrita para mostrarla y para ordenarla. Así, pues, dice Agustín: «Si los hombres la conocieran -es a saber: la equidad-, y, conocida, la conservasen, no sería menester la razón escrita». Y por eso está escrito al principio del antiguo Digesto: «La razón escrita es el arte del bien y de la equidad». Para escribir la cual, publicarla y ordenarla, está puesto este oficial de quien se habla, es, a saber: el emperador, al cual estamos sujetos en tanto cuanto se entienden nuestras propias obras que se han dicho, y más allá no.