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En verdad, una vez dicho que no soy reverente, que es negar la reverencia, esto es, negar la sujeción indebida por signo manifiesto, queda por ver cómo en este caso no estoy debidamente sujeto a la majestad imperial. Y como es menester que la razón sea larga, en capítulo propio quiero exponerla inmediatamente.

IX

Para ver cómo en este caso, es decir, aprobando o reprobando la opinión del emperador, no estoy obligado a sujetarme a él, es menester recordar lo que del mando imperial se ha dicho más arriba, en el cuarto capítulo de este

Tratado; es decir, que la imperial autoridad fue inventada para perfección de la vida humana, y que ella es justa reguladora y gobernadora de todas nuestras obras, porque hasta donde nuestras obras se extienden tiene jurisdicción la majestad imperial, y fuera de estos límites no se extiende. Mas como toda arte y humano ejercicio están por el imperial limitados a ciertos términos, así también el imperio está limitado a ciertos términos por Dios; y no es maravilla, porque el oficio y el arte de la Naturaleza vemos limitado en todas sus obras.

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